miércoles, 27 de junio de 2012

Teoría y práctica de la Psicología Política

Introducción

La Psicología Política como ámbito profesional es, hoy por hoy, una asignatura pendiente de la psicología política española. En este contexto, Teoría y práctica de la Psicología Política, es simplemente una presentación a grandes rasgos de qué es y lo que puede hacer un psicólogo político; un esbozo de un campo para una audiencia poco familiarizada con el desarrollo histórico, conceptual y profesional de la Psicología
Política.

Bajo esta perspectiva, las ideas expuestas se limitan a presentar un panorama general de los antecedentes, datos más relevantes de su constitución y líneas de investigación de la Psicología Política, desde dos planos
de análisis: el constitucional o formalización del campo de la psicología política y, el segundo, centrado en presentar las áreas de trabajo más destacadas, las más clásicas y las que responden a las urgencias del momento.

Integrando ambos planos, se puede plantear, a modo de conclusión que la Psicología Política, más allá de una disciplina, es un recurso, una herramienta que permite al psicólogo poner en contacto a ciudadanos
y políticos, y a la psicología con las necesidades y urgencias que presentan en cada momento las sociedades democráticas actuales. Una conclusión ya expuesta y desarrollada en trabajos anteriores (Garzón, 2001).

Sin embargo, antes de exponer estos dos planos son necesarias dos matizaciones. La primera es que aunque la Psicología Política como tal no aparece hasta los años 70 del siglo XX, las aportaciones de los psicólogos al campo de la política han existido desde el comienzo de la propia psicología.

La segunda es que la institucionalización de un campo, sea el que sea, va precedida de un proceso más espontáneo donde se van fraguando los temas, enfoques y problemas que crean un clima propicio para que, en un momento determinado, se vea necesario la regulación y formalización de esa intervención espontánea.

Aportaciones de los psicólogos al campo de la Política

El plano constitucional se refiere a la institucionalización del campo de la Psicología Política como área de reflexión académica e intervención social; su formalización e incorporación a los planes de estudios de las Facultades de Psicología, el desarrollo de cursos de doctorado y especialización, así como la fundación de asociaciones que
integran a los que a sí mismos se llaman psicólogos políticos y, por supuesto, la aparición de distintos canales de difusión del trabajo y líneas de intervención y profesionalización que se consolidan con el paso
del tiempo.

Ahora bien, sería un error identificar las aportaciones de los psicólogos al campo de la política con el hecho formal de la institucionalización del campo de intervención. La Psicología Política como disciplina
arranca en los 70, pero las aportaciones de psicólogos han existido siempre. Y lo han hecho, por la simple razón de que los psicólogos, sean de una orientación u de otra, de un campo u otro, se han visto obligados
a responder a las experiencias sociales y políticas del momento que les ha tocado vivir.

Los psicólogos, como otros científicos sociales, se enfrentaron a acontecimientos económicos, políticos y sociales de gran envergadura que marcaron el siglo XX. La mayoría de los psicólogos pioneros han vivido
dos guerras mundiales y el periodo de una guerra fría, que amenazaba con una tercera, también experimentaron los cambios sociales producidos por el fenómeno de la industrialización que revolucionó las mentalidades y cambió las instituciones básicas; la familia es el ejemplo más representativo
de este cambio (Garzón, 2003). Y en medio de estos hechos, la Gran Depresión del 29, la aparición del modelo soviético y su posterior desaparición en los 90, el desarrollo de un modelo global junto al renacer de los localismos y resurgir de los nacionalismos.

Los psicólogos respondieron a todos estos acontecimientos, haciendo aportaciones a su comprensión que indudablemente forma parte de las respuestas de la psicología a la vida social y política. Mencionaré aquellos ejemplos que pueden resultar más llamativos, sobre todo para las nuevas generaciones de psicólogos; además son representativos tanto de los hechos políticos que han preocupado a los psicólogos, como de la preocupación constante que ha tenido la psicología por los problemas y urgencias
de la vida social. Me refiero a cuatro autores por todos conocidos: Tolman (1886-1959), Skinner (1904-1990), Maslow (1908-1970) y Lasswell (1902-1978), éste último es quizá más conocido en el campo de la psicología y sociología política.

Edward Tolman, impulsor del llamado conductismo intencional, inicia su carrera académica en tiempos de guerra. Perteneciente a una familia de clase alta de Nueva Inglaterra, estudió en las mejores escuelas
de Newton, ingresando después en el MIT.

Su interés en la psicología estuvo marcado por su conocimiento de los Principios de Psicología de W. James, momento en el que deja sus estudios de electroquímica y pasa a estudiar filosofía y psicología, pero también por su relación como alumno con Musternberg y posteriormente con Yerkes, quien le introdujo en los planteamientos del conductismo de Watson. Después de su primer año de postgrado se va Alemania y entra en contacto con Koffka con quien estudio un breve tiempo, pero el suficiente para que marcara su orientación teórica. Regresa a Harvard y en 1915 obtiene el grado de doctor. El tema de doctorado
fue un estudio sobre el recuerdo de sílabas sin sentido aprendidas en presencia de olores agradables y desagradables. El conductismo ya no le servía para explicar la conducta. Admiraba a los teóricos de la
Gestalt y pretendía hacer una teoría general del comportamiento que explicara la complejidad del entendimiento, la motivación y los asuntos sociales (interés reflejado en su Purposive Behavior 1932).

Revolucionó el conductismo de su época. Éste es el lado descarnado de parte de su historia personal y académica; el otro lado nos describe a un psicólogo comprometido con su época, preocupado por el tema de la guerra. Se inicia como docente en el periodo de entreguerras. Expulsado en 1918 de la Universidad de Northwester, donde se inició como docente, con el pretexto de una reducción inevitable de puestos. Tolman siempre pensó que su cese se debió a sus posturas pacifistas y contrarias a la guerra.

Después, en la Universidad de Berkerley destacó por su negativa a firmar el decreto que la Universidad imponía a sus profesores: un juramento de no participación en actividades comunistas o cualquier sistema
de creencias que entrara en contradicción con el espíritu de la Universidad. Tolman encabeza una oposición abierta a tal decreto, ni lo firma, ni se marchó (si no se firmaba debía abandonar la universidad), consiguiendo que las autoridades retiraran eljuramento en 1950. Casi 10 años después,
la propia universidad reconoce su actuación y le otorga un título honorario.

Su aportación a la psicología política se deriva del contexto social que vivió y de los desarrollos de la psicología de su época. Su principal aportación fue Drives Toward Ward de 1942; un intento formal de explicar los impulsos humanos que conducen a la destrucción y la guerra, en el que mezcla sus propios conceptos y las ideas freudianas sobre el instinto de destrucción.

Burrhus Frederic Skinner es uno de los psicólogos conductistas más conocido entre especialistas y público. Nace en 1904 en un pequeño pueblo de Pennsylvania. Hijo de abogado y madre ama de casa, sufre la primera experiencia dura con la muerte de su hermano a los dieciséis años. Estudia en la Universidad de Hamilton en Nueva York; quería llegar a ser escritor. Su conocimiento del reflejo condicionado de Pavlov le
acercó a la Psicología y decide estudiar en Harvard, se licencia en 1926 y obtiene el doctorado en 1931, permaneciendo en Harvard hasta 1936. Más tarde, después de su paso por Minnesota, publica The behavior of Organism (1938). En 1948 regresa Harvard para quedarse definitivamente. Su desarrollo del aprendizaje mediante el refuerzo operante ha generado una diversidad de líneas de investigación, enfoques y
aplicaciones terapéuticas. Pasa por ser un psicólogo de laboratorio, de la experimentación dura, que lleva al extremo su teoría del aprendizaje cuando desarrolla su estudio del lenguaje; es conocida su polémica
frente a la postura de la teoría generativa de Noam Chomsky.

Sin embargo, también Skinner, como Tolman, tiene otro lado de su historia. Fue un estudiante rebelde y activo, que no encajaba en el ambiente universitario de su época, chocando con los gustos de sus compañeros, estudiante crítico con la universidad y la sociedad Phi Beta Kappa, un ateo al que le fue difícil permanecer en un centro académico donde la asistencia a los actos religiosos era obligatoria. Durante algún
tiempo escribe artículos en Medios de Comunicación sobre problemas laborales; un hombre preocupado por el ambiente, por el control y el orden racional, y las instituciones de la sociedad de su época; escribe
Walden dos, en 1948. Una obra crítica con su época en la que presenta un modelo de sociedad contrario al desarrollado en las sociedades occidentales. Un experimento social que esboza una sociedad ideal, utópica,
construida bajo los principios científicos del conductismo y en la que los temas de fondo son la crisis de la familia y del modelo occidental, el problema de la libertad, la viabilidad del modelo democrático y la necesidad de las personas de tener un control externo en la orientación de sus vidas.

Fue su aportación, entre otras, a una psicología política que todavía no existía como tal. Abraham Maslow, pertenece a una familia judía de origen ruso, que emigra a los Estados Unidos y se afinca en Brooklyn.
Nace en Brooklyn en 1908, es el mayor de siete hermanos. Sus padres, obligados a hacer grandes esfuerzos para dar a sus hijos la educación formal que ellos no tuvieron, fueron exigentes con ellos en su rendimiento educativo. El empeño de los padres porque estudiara leyes fue inútil y Maslow abandona el City College de Nueva York.

Su introducción a la psicología es tardía; ya después de casado y cuando se traslada a Wisconsin. Estudia con Harry Harlow, que trabajaba haciendo experimentos con crías de monos y la conducta de apego. Se licencia en 1931 y tres años después obtiene el doctorado en psicología por la Universidad de Wisconsin. También trabajó con Thorndike en la Universidad de Columbia, donde empezó a interesarse en la investigación de la sexualidad humana.

Su experiencia como profesor se inicia en el Brooklyn College. Entonces entra en contacto con muchos de los psicólogos europeos, la mayoría de origen judío, que emigraron a Estados Unidos, y en especial
a Brooklyn; conoce a Adler, Fromm, Horney, así como a varios psicólogos de la Gestalt. En Brandeis cuando se hace cargo de la dirección del Departamento de Psicología en 1951, conoce a Kurt Goldstein que le introduce en el concepto de auto-realización.

En este momento ya dispone de las herramientas suficientes para desarrollar su propia teoría psicología, convertida en la tercera fuerza de la psicología, la psicología humanista (Maslow, 1943, 1954), y más tarde será uno de los impulsores de la llamada cuarta, la psicología transpersonal.

Sus preocupaciones, más allá de los trabajos puntuales realizados, es la realización del yo, la motivación de crecimiento personal, el yo auto-realizado, algo difícil de conseguir, que solamente lo logran algunas personas. Se consigue no sólo cuando las necesidades básicas ineludibles están cubiertas, sino también en función del juego interactivo de un yo personal en una sociedad de masas. En 1943 publica The
Authoritarian Character Study, su aportación a la psicología política, un intento de estudiar los fenómenos que dominaron la esfera política de mitad de siglo, en parte fruto de su contacto con los psicoanalistas
europeos emigrados.

Harold Lasswell es el último ejemplo que quería mencionar, no sólo porque es más conocido en los ambientes de la psicología política y de las ciencias políticas, sino porque se convierte para muchos en uno de los fundadores de la Psicología Política. Investigó el campo de la comunicación y persuasión en la época de tensión y de confrontación mundial que vivió, pero sobre todo interpretó la conducta de los líderes políticos en términos de motivos inconscientes desplazados hacia lo público.

Nace en Donnellson, Illinois, en 1902. Destacó como un buen estudiante y obtuvo una beca para estudiar sociología en la Universidad de Chicago. A los 24 años obtiene el doctorado (1926), con una tesis sobre la
propaganda en la IGM, que fue publicada bajo el título Propaganda Technique in the World War I (Nueva York, 1927). Al acabar la carrera, viajó a Europa, donde estudió en la London School of Economics y en centros académicos de París, Ginebra y Berlín.

En su biografía se menciona la influencia que en su formación tuvieron, entre otros, Dewey, Mead, Freud.
Comienza su andadura académica en la Universidad de Chicago, como profesor de ciencia política (1926-38). Durante 1938 y 1939 trabaja en la Washington School of Psychiatry. Entre 1939 y 1945 dirigió las investigaciones sobre comunicación en tiempo de guerra en la Biblioteca del Congreso norteamericano, y entre 1937 y 1942 colaboró con el Institute for Propaganda Analysis, donde se responsabiliza de la edición
una revista mensual, que divulgó trabajos de análisis de contenido sobre textos propagandísticos del período de entreguerras.

Después de la IIGM se traslada a Yale y desarrolla otras actividades académicas en el John Jay College de la City University de New York y en la Temple University. Formó parte de la Comisión Hutchins
(1946), que estudió la libertad de prensa en Estados Unidos y desarrollo la doctrina sobre la responsabilidad social de la prensa.

De sus investigaciones sobre propaganda y poder elabora el modelo de comunicación de las 5Q. Politics: Who Gets What, When, How (Laswell, 1936). Su interés por la comunicación se orientaba al papel que los Medios y la propaganda tenían en la formación de pautas de conducta, actitudes y comportamientos, es decir, la transmisión de valores de una cultura. Entendió la propaganda como un sistema de socialización ciudadana que puede permitir a los dirigentes de una sociedad orientar las actitudes cívicas hacia la libertad. Sin embargo, para el contenido de este trabajo, lo que quiero resaltar es su aportación al campo de la psicología política, dado que marcó sus inicios durante varias décadas, tanto por los fenómenos de análisis como por la perspectiva adoptada (de los 30 a los 50, ver Stone, 1974). Lasswell trabajó en un centro psiquiátrico durante algún tiempo, estaba familiarizado con el psicoanálisis y de sus entrevistas personales con activistas, políticos y sindicalistas dedujo que estos actores tenían problemas y motivos privados que desplazaban, intentando compensar sus necesidades y motivos inconscientes, en la vida pública. Más tarde
formula explícitamente el motivo de poder del político como una forma de compensar su baja autoestima.

Dos obras son las que le otorgaron el reconocimiento como uno de los fundadores de la psicología política:
Psychopathology and Politics de 1930 y Power and Personality de 1948. He mencionado estos autores, pero es evidente que las aportaciones al campo de la psicología política han sido muchas más, basta recordar el trabajo y la aportación de Charles Osgood a la reducción de la escala armamentística (Alzate, González y Sánchez, 2007), las aportaciones de Eysenck (Seoane, 1997) o el propio trabajo de Kurt
Lewin en Norteamérica, convirtiendo la dinámica de grupos en una tecnología social
democrática. (Lewin, 1948).

En definitiva, las aportaciones de los psicólogos a la explicación y comprensión de los fenómenos sociopolíticos del siglo XX, están más allá de disciplinas formales. Más aún, sus aportaciones no tienen obligatoriamente una intención académica, son simplemente reflejo del interés de la psicología
por responder e intervenir en los problemas de su tiempo y del impacto personal de unos acontecimientos en las vidas de estos  académicos.

La constitución del área de trabajo 

Hablar de la constitución de un área de intervención es hablar de la formalización y reconocimiento oficial de un campo de acción. Este hecho formal, al que solemos ponerle fecha de nacimiento, padres fundadores y textos que lo avalan, es en el fondo el producto de un proceso natural, más o menos espontáneo, que lleva su tiempo, donde las investigaciones están inconexas y los investigadores no tienen conciencia de formar grupo, pero que poco a poco van tomando cuerpo, hasta que las generaciones más jóvenes lo formalizan. En definitiva, la constitución de un campo de saber no es el comienzo sino el producto, el resultado final de un trabajo previo. Y este hecho no es peculiar de la Psicología Política, sino que se produce en cualquier campo de la ciencia.

La necesidad de intervenir

En el caso de la Psicología Política Internacional, este proceso natural tiene su punto más álgido en los años 30, una de las épocas más comprometidas de la Psicología. Un período de acontecimientos económicos
de envergadura (Gran Depresión), sociales (la sociedad de masas y su nueva cultura) y también de los acontecimientos políticos (la confrontación de modelos políticos, competición de naciones y el alza de ideologías extremas como el nacionalsocialismo alemán). Todo esto adornado de un desencanto cívico con las promesas y expectativas del progreso económico ilimitado, con la sensación de que la violencia es inevitable a pesar del avance social y, sobre todo, con unos jóvenes psicólogos estadounidenses, que por primera vez en esa sociedad se ven abocados al paro, a pesar de sus titulaciones, que toman conciencia de los cambios de los que están siendo protagonistas y que tienen contacto con los psicólogos europeos que se vieron obligados a emigrar a los Estados Unidos, fundamentalmente psicólogos judíos, de orientación
psicoanalítica y teóricos de la Gestalt.

Esa generación de psicólogos de los treinta se acerca y combina dos grandes modelos teóricos no excluyentes: el marxismo que les proporcionaba los determinantes económicos y el psicoanálisis que les facilitó un marco de interpretación psicológica. Crean asociaciones para resolver su problema
laboral y sobre todo para dar respuestas a los problemas de su sociedad (D. Kretch, G. Watson, J. F. Brown y otros tantos), en 1936 fundan la Sociedad para el Estudio Psicológico de los Problemas Sociales
(SPSSI, Society for Psychological Study of Social Issues) y poco después una revista a través de la cual difunden y canalizan sus ideas y aportaciones, el Journal of Social Issues. Representativos de esta época y ambiente son los estudios sobre el Autoritarismo de Erick Fromm (1941) y de Whilheim Reich (1931/1976).

En España, sin contar los antecedentes de las generaciones anteriores a la guerra civil (Garzón, 1994) este proceso es más tardío y menos visible; en el contexto específico de la psicología debemos remontarnos a los
años 50 y al trabajo de José Luis Pinillos en el contexto del Consejo Superior de Investigaciones.

De su colaboración y contacto con Eysenck, surge su trabajo sobre actitudes sociales básicas y la elaboración de un cuestionario de actitudes culturales (1953). Más tarde, en 1960 realiza una investigación
sobre preferencias nacionales y en 1963 adapta a la población española la escala de F (Adorno y otros, 1950). También por esta época Rodríguez Sanabra investiga los estereotipos regionales (1963), una línea de investigación que 20 años después recoge J. L. Sangrador (1981); línea actualmente consolidada (Chacón, 1986).

La investigación de las actitudes sociales básicas iniciada por J. L. Pinillos, es también tema de investigación de R. Burgaleta (1976) quien desarrolla un nuevo cuestionario (Morales, 1988).

No se agota aquí los temas iniciales que forman la bases para una formalización posterior de la Psicología Política en España, pero si son los más representativos de las preocupaciones del momento. Son trabajos
que reflejan el desarrollo que a partir de los años 60 comienza a tener la sociedad española, una vez que el régimen político es más o menos reconocido en el exterior, pero que fueron problemáticos en su realización
porque la psicología provocaba aún recelo y alerta en el sistema político del momento.

El trabajo de J. L. Pinillos sobre la escala F, fue continuado por J. Seoane, primero en
Valencia y después, entre 1975 y 1980, en Santiago de Compostela. Es en el departamento de Psicología de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación donde se va fraguando entre jóvenes estudiantes
de los últimos años de carrera el interés por la Psicología Política como un campo nuevo de especialización (las tesis doctorales de Sabucedo y Méndez del curso 1981-82, dirigidas por J. Seoane, son ejemplos representativos de los inicios informales de la Psicología Política). Santiago de Compostela y, más tarde, Valencia y El País Vasco serán los enclaves de la Psicología política española. En los ambientes sociológicos, J. R. Torregrosa (1969) y F. Jiménez Burillo (1985, 1986) hacían también aportaciones puntuales al campo de la psicología política, el primero estudiando las orientaciones políticas de los trabajadores, el segundo en
el campo de la alineación y psicología política.

A finales de los 70 y ya en los 80 aparecen tímidamente intentos de formalizar el campo de la Psicología Política, a través de la implantación de cursos de doctorado y asignaturas optativas en los planes de estudio
de las facultades de Psicología, inicialmente en Santiago de Compostela y luego en otras universidades. En 1987, por iniciativa de J. Seoane y A. Rodríguez, se celebra en Murcia una reunión nacional de todos los psicólogos españoles, interesados en el campo de la Psicología Política, con el objetivo explícito de impulsar y formalizar esta área. La universidad de Murcia facilitó la infraestructura necesaria para dicha reunión. Las Universidades de Valencia, Santiago de Compostela, Cataluña y País Vasco tuvieron un papel central y,
más importante, se generó la sensación de estar abriendo un nuevo camino para la psicología española. Más tarde, en 1988, bajo la iniciativa de M. Villareal, en el VII Cursos de Verano de San Sebastián se reúnen
otros psicólogos para poner en común un tema específico, aunque especialmente relevante, en la Psicología política de España: Movimientos Sociales y Acción Política (M. Villareal, 1989). A estas primeras reuniones le siguieron otras más reducidas, pero también orientadas a impulsar la psicología política (Morales y otros UNED, Madrid 2000/01). (Un panorama general de la evolución de la Psicología Política en España puede verse en Garzón, 1993, 1999 y en Dávila y otros, 1998).

Psicología Política como campo formal de intervención

La necesidad de un conocimiento más sistemático y la demanda de que los psicólogos se acercaran al campo de la política ya había sido anunciado y exigido por Charles Merriam (1925, 1934) en la Universidad de Chicago y había sido precisamente Harold Lasswell uno de los alumnos que respondió a tal requerimiento. Lasswell proporcionó desde el psicoanálisis una perspectiva psicología de la política, estudiando el papel que la percepción, motivación y personalidad (factores psicológicos) jugaba en el
comportamiento de líderes. Los acontecimientos de los años treinta (fascismo, guerras, revueltas, la irrupción de los medios de comunicación y su influencia en la opinión ciudadana) pusieron el resto; porque los
factores ambientales, los procesos políticos a su vez moldean las actitudes y creencias de los ciudadanos y políticos. Así se fragua la definición de la psicología política: un campo de intervención de la psicología
centrado en estudiar las relaciones entre losprocesos psicológicos y los fenómenos políticos.

Si seguimos las pautas compartidas de señalar fecha, manuales y fundadores reconocidos de un campo de acción, no queda más remedio que aceptar como fecha de nacimiento formal de la Psicología Política
la década de los años 70, al menos en el ámbito de una supuesta Psicología Política Internacional, que se confunde muchas veces con el desarrollo de la Psicología Política en los Estados Unidos. En los 70 aparece el primer manual de Psicología Política, bajo la iniciativa y dirección de una mujer, Jeanne Knutson, que publica un colectivo, Handbook of Political Psychology, sentando las bases y definición de lo que es y debe abarcar la Psicología Política como campo de aplicado, al mismo tiempo que la misma autora promueve reuniones de psicólogos científicos, que poco más tarde se formalizan en 1978 con la fundación de la
International Society of Political Psychology (ISPP). Su objetivo era consolidar un campo de intervención y profesionalización de los psicólogos políticos. Recogen el espíritu de la SPSSI y mantienen una
sensibilidad de compromiso político de los psicólogos de los 30, dando respuesta a los temas y cuestiones sociales que marcan la vida pública de EEUU. Sus fundadores fueron y son psicólogos reconocidos, hoy ya muchos de ellos eméritos (como Brewster Smith, Greesntein, Stone) y otros desaparecidos (Jeanne Knutson, Christie). El otro dato fundacional es la aparición, un año más tarde, de revista internacional Political Psychology. Para un análisis de su organización y trabajo, ver su página Web: http://ispp.org/.

El trabajo iniciado por J. Knutson fue seguido de un segundo manual, de nuevo bajo la iniciativa de una mujer, ahora es M. Hermann que en 1986 publica, Political Psychology. Definida la Psicología
Política como un área de intersección de los procesos políticos y los psicológicos, en este segundo manual se desarrollan ya más específicamente los temas políticos y psicológicos que debe abordar el psicólogo
político. En un intento de poner al día la labor iniciada por J. Knutson y Hermann, D. Sears, L. Huddy y R. Jervis publican en el 2003 un nuevo manual, Political Psychology, formula una actualización de estos dos manuales mencionados y explícita e intencionadamente en el apartado inicial de reconocimientos plantea dicha puesta a punto, como fruto de la sugerencia de presidente del ISPP, Daniel Bar-Tal, en su reunión de Amsterdam de 1999, dada la rápida evolución del campo de aplicaciones que ha tenido la Psicología Política. Con el apoyo de la International Society of Political Psychology sale a la luz esta nueva versión. Destacan como campos aplicados, al margen de las perspectivas teóricas, 4 áreas de intervención:  relaciones internacionales, conducta política de masas, relaciones intergrupos, y cambio político. Bajo
tales áreas recoge las cuestiones más clásicas de la Psicología Política (a modo de ejemplo, personalidad y conducta política, socialización política, valores, ideología y actitudes) y otras más actuales, como género
y política, política y comunicación en la época de la información, o el área de genocidio, masacres colectivas y conflictos intratables. Un intento aceptable, siempre y cuando no se pretenda equiparar el desarrollo
de la psicología política con las actividades de la ISPP. Y en este sentido, es obligado recordar, al menos tres obras más que lanzaron la profesionalización de la Psicología Política: la de William F. Stone, The Psychology of Politics de 1978 y su 2ª. ed, con Schaffner en 1988, los 5 volúmenes publicados por Samuel Long (ed), The Handbook of Political Behaviory en 1981, y el texto de 1993 realizado por S. Iyengar
y W. J. McGuire, Explorations in Political Psychology.


En cualquier caso, es cierto que los tres manuales constituyen un intento de continuación del espíritu de la ISPP y su empeño por profesionalizar la psicología política, al tiempo que se van desarrollando marcos
teóricos y nuevos temas de análisis para comprender las relaciones entre los procesos psicológicos y los fenómenos políticos, iniciando áreas de intervención a medida que surgen nuevas cuestiones y problemas
en la vida política y pública. En el caso español, los datos de fundacionales deben situarse una década más tarde, pero la pauta de consolidación no es muy distinta de la descrita en el caso de los Estados Unidos. De hecho, los trabajos iniciales de J. L. Pinillos sobre actitudes sociales y políticas tuvieron su continuación
en distintos frentes. A nivel formal el primer manual de Psicología Política, realizado por psicólogos españoles, se publica en 1988 por J. Seoane y A. Rodríguez.


El manual es el resultado de la reunión realizada en Murcia ya comentada. Más tarde, siguiendo el intento de consolidar este campo de intervención de los psicólogos, J. Seoane publica en 1990 un segundo libro, ahora colectivo, Psicología Política en la Sociedad Contemporánea, que recoge el trabajo de investigación realizado por psicólogos de distinta procedencia y con líneas distintas de investigación. Bajo cuatro grandes apartados se perfilan las principales áreas de intervención: participación política; conflicto y negociación;
nacionalismo y democracia y, por último, nuevas tendencias en cultura política; áreas que completan los campos de acción más clásicos recogidos en el libro de 1989.


Después distintos autores publican nuevos textos, centrados en campos de intervención específicos (Pastor, 1986; Villareal, 1989; Sabucedo, 1996), los congresos anuales de Psicología Social, aunque con variaciones, tienden a dar un espacio específico a la psicología política en su estructura temática.


Otro dato relevante es la aparición en 1990 de la revista española Psicología Política, dirigida por A. Garzón y configurada en sus distintos comités de dirección por psicólogos españoles, europeos y de los Estados Unidos. En su comité directivo y comité asesor se pretende establecer un sistema de relación permanente entre la Psicología Política Española y la Psicología Política de fuera, de ahí la presencia, junto a los psicólogos españoles, de autores como Brewster Smith y K. Gergen; en el comité de redacción la de W. F.
Stone, L. Milbrath y D. Winter, V. Gessnner.

Todos ellos aceptaron y están promoviendo dicho contacto. En la actualidad, David Sears sustituye a Brewster Smith, ya emérito, al tiempo que se recoge la presencia del mundo psiquiátrico, relevante para el área de la Psicología Política, con la presencia de J. Giner, Catedrático de Psiquiatría en Sevilla y E. Ibañez, Psiquiatra y Catedrática de Psicología de la Personalidad, en Valencia. En el comité asesor, M, Garrido representa al área de la filosofía española. La dirección está codirigida por dos psicólogos sociales, el norteamericano, R. Dillehay y de nuestro ámbito, J. Seoane (para más detalles, la Web de la revista. http://www.uv.es/garzon).

Los dos últimos datos más significativos del proceso de constitución de la Psicología Política en España es, por un lado, la realización de dos congresos anuales de la ISPP en el ámbito español, el de 1994 en la Universidad de Santiago de Compostela y el del 2006 en la Universidad Autónoma de Barcelona
y, por otro, el intento en el ámbito del Colegio Oficial de Psicólogos de crear un área especifica profesional de psicología Política (Dávila y otros, 1998).

Áreas de acción del psicólogo político
Pecularidades


Los ámbitos de intervención y profesionalización de la psicología política están orientados por tres grandes rasgos que han definido el nacimiento, desarrollo y evolución del campo, así como por las circunstancias específicas de los ámbitos geográficos en el que se ha consolidado. Son tres rasgos que también definen a otras ciencias sociales, aunque en el caso de los psicólogos políticos tienen especial relevancia. El primer rasgo que salta a la vista a cualquier lector que repase textos y líneas de actuación es la diversificación de enfoques y perspectivas. Un rasgo marcado no sólo por el hecho de que el estudio de la vida política y análisis del poder político no es un escenario de acción exclusivo de los psicólogos, sino porque se ha ido construyendo con la colaboración y aportaciones de científicos sociales y de la salud muy distintos (psiquiatras, psicólogos sociales, sociólogos, científicos políticos, psicólogos clínicos, psicólogos comunitarios).


Más aún este campo compartido adquiere características peculiares en función del ámbito geográfico de los profesionales que han tenido mayor peso y relevancia en su evolución. Mientras que en los EEUU ha primado más la intervención del científico político y del psiquiatra, en el mundo latinoamericano ha contando más la presencia de los psicólogos comunitarios y en España habría que decir que existe un claro predominio del psicólogo social y, aunque menos, de los psicólogos de la personalidad.

Este juego de profesiones y ámbitos locales es también resultado de un campo que fundamentalmente nació de la necesidad de intervenir y actuar. Lógicamente, en cada país los problemas a los que atender son
distintos y eso hace que su profesionalización sea también muy diferente. Y también, por eso, se define como un aérea de intervención donde los enfoques teóricos tienen muy distintas procedencias. Dicho de otra
manera, carece de una integración teórica. Un segundo rasgo es su pluralismo metodológico. Aunque en sus comienzos estuvo marcado por el psicoanálisis y la psicohistoria como método (Garzón, 1988), lo cierto
es que a partir de los años 50 se desarrolla todo tipo de metodologías y de técnicas de análisis (clínico, experimental, simulación, correlacional; desde los test psicológicos hasta los estudios a distancia, pasando por las escalas de actitudes).

El tercer rasgo que en definitiva, en parte consecuencia de lo anterior, es la ausencia de integración temática. En función del predominio de unos profesionales u otros, del ámbito geográfico y de las peculiaridades
políticas de los países, los temas cambian y es difícil llegar a una integración, salvo a nivel muy abstracto; esto es, las relaciones entre los procesos psicológicos y los políticos.

Por poner algún ejemplo representativo, mientras que en la psicología política estadounidense existió un predominio de los estudios del liderazgo y personalidad política, en España el tema hasta hace muy
poco fue el de las ideologías y los nacionalismos y, en el caso latinoamericano ha predominado el estudio de la violencia y trauma político.


Esto inevitablemente lleva a plantearse qué define entonces a la psicología y los psicólogos políticos; la clave es su orientación a la acción; su respuesta a las cuestiones políticas persistentes y al mismo tiempo que
requieren una intervención inmediata; en este sentido es un campo de intervención más que una disciplina en el sentido tradicional del término. Su integración viene dada precisamente por la sensibilidad del psicólogo a responder a las cuestiones políticas de su entorno y éstas varían en el espacio y en el tiempo (Seoane, 1988; 1994; Garzón, 1988, 2001; Sabucedo, 1996, Dávila y otros, 1998).


A pesar de esta orientación a la acción y su carácter dinámico, existen temas que van consolidándose y que pertenecen a la idiosincrasia del psicólogo político como académico y profesional y, también, a las circunstancias sociales y políticas de los países. En este sentido, podemos señalar algunas áreas genéricas de intervención del psicólogo político, formalizadas, que configuran la interpretación de mundo político desde la psicología.

Áreas de intervención

Es difícil hacer una clasificación de las áreas de intervención del psicólogo político que sea compartida por todas las sensibilidades, ya no psicológicas sino también de otros científicos sociales interesados en la
perspectiva psicológica; además, cualquier clasificación indudablemente no deja de ser un ejercicio discrecional y, por tanto, intervienen factores ajenos a los contenidos que se pretende clasificar (http://www.
uv.es/seoane/publicaciones/Psicologia Politica.mht).


Esto no impide que existan algunas áreas claramente consolidadas, bien por el hecho de haber constituido un problema político relevante durante mucho tiempo en diversos países (es el caso de las ideologías y
actitudes políticas, el poder y las relaciones internacionales, o el propio campo de la personalidad y liderazgo político), bien porque han sido objeto de reflexión en los momentos claves de estabilización del modelo democrático (participación política y socialización política) y otras son específicas de momentos coyunturales, que sufren vaivenes no solamente en su relevancia sino en los factores que las rodean; el ejemplo más representativo es el campo de los movimientos de protesta y acción política.

Cuadro 1. Principales áreas de intervención de los Psicólogos
Políticos.

Ideologías y Actitudes políticas
• Personalidad política y Liderazgo
• Participación política
• Movimientos de protesta
• Poder y Relaciones Internacionales
• Socialización política
• Medios de comunicación y opinión pública

En el cuadro 1 se expone un listado de siete grandes áreas en las que los psicólogos han trabajado de forma continua. Cada una de ellas requeriría una explicación pausada de su contexto, teorías y fenómenos analizados, algo que se escapa a la pretensión de este trabajo, aunque mencionaremos algunas de las obras más representativas de ellas.

Ideologías y actitudes

El estudio de las actitudes sociales se remonta a los años 20. Thurstone (1932) es uno de los primeros en clarificar el campo de las actitudes sociales, es decir, las respuestas de las personas hacia cuestiones
sociales de muy diversa índole. Desarrolla su modelo bifactorial, planteando la existencia de dos ejes bipolares independientes que resumen el conjunto de actitudes.


Por un lado, un eje denominado de conservadurismo- radicalismo y, por otro, el eje de nacionalismo-internacionalismo. El primero ha sido objeto de nuevas líneas de trabajo (Wilson, 1973) y se ha interpretado
de muy diversas maneras; como derecha- izquierda, rechazo del cambio frente aceptación del cambio. El segundo alude a la visión cerrada o abierta del propio grupo; lo que los psicólogos sociales llaman
endogrupo y exogrupo. Este segundo eje será después reinterpretado en términos de mentalidad abierta-cerrada, al estilo de Rokeach (1960), o en términos de mentalidad dura-blanda como desarrolló Eysenck
en 1954.

En cualquier caso facilitó la proliferación de estudios que acabaron planteando el tema del autoritarismo y la posibilidad de que éste no fuera solamente una característica del pensamiento político conservador,
sino que también podría existir en personas con ideología de izquierdas, como sugirió Shils (Christie y Jahoda, 1954). Surge así uno de los debates más persistentes y aún sin resolver (Stone-Garzón 1996; Stone, Lederer, y Christie, 1993). Sin embargo, lo más relevante de esta área es que desde sus inicios, con la escuela de Francfort, tuvo una orientación práctica, de terapia e intervención social; era necesario
comprender lo que sucedía en el ambiente social y político de los años 30, en la Alemania de entonces y en las sociedades modernas: son los trabajos específicos de Reich y Fromm. En los años 50, con la obra
representativa de este campo, La personalidad Autoritaria de Adorno y colaboradores (1950), adquiere un marcado carácter preventivo, en el sentido de entender las claves psicológicas del ascenso de ideología
de extrema derecha, para evitar que pudiera repetirse. El desarrollo puntual de esta área de intervención puede encontrarse en libros específicos sobre el tema. Aquí solamente resaltamos sus inicios y su orientación a la intervención.


Personalidad política

Otro campo, que en los países más desarrollados ha dado lugar a la proliferación de equipos y empresas de marketing político, es el de personalidad y liderazgo político. Iniciado fundamentalmente en el marco las swelliano del psicoanálisis, su evolución ha sido rápida y actualmente se trabaja desde perspectivas más conductuales, de modus operandi del líder político, utilizando desde los estudios psicobiográficos, los estudios a distancia o los análisis de discursos políticos.


La pregunta clave es si se puede hablar de la existencia de una personalidad específicamente política y si es así cuáles son sus características (identidad), su estilo de pensamiento y su orientación hacia los demás.
Identidad, cognición y dirección son tres grupos de factores que se estudian, en todas sus variaciones, viendo cómo configuran el estilo político de los líderes. Ziller en un trabajo no divulgado de 1969,
pero si relacionado con su teoría de la autorientación de 1973, The self social. Schemas of the self and significant others, relacionó dos variables: la valoración del self en relación a otros y su nivel de complejidad
en la elaboración de su propia imagen y en relación con los demás. A partir de ahí establece una tipología de personalidad diferenciando entre el político y el apolítico dentro de líderes. La baja autoestima y alta complejidad (estilo cognitivo) es la clave para tener mayor probabilidades de ser elegido. Es el político de éxito, el preferido por la ciudadanía, el más votado. La interpretación es que una alta estima no garantiza
el éxito, ni es necesariamente un síntoma de patología, como insinuaban las tesis de Lasswell. Los políticos con baja valoración, autoestima, tienen a adaptarse, a atender y a valorar más los juicios de los demás; algo
que les permite desarrollar habilidades sociales, de relación con los demás. Es decir, disponen de deseo de relacionarse con los otros y habilidad para saber hacerlo. Lo opuesto a esos líderes políticos, son los políticos sin éxito; tienen una alta valoración de sí mismos y también una alta complejidad, pueden hasta desear relacionarse con los ciudadanos, pero la combinación de la alta autoestima con alta complejidad cognitiva no les facilita la adaptación y flexibilidad necesaria para hacerlo. El apolítico sería aquel que carece de la motivación y el deseo de relacionarse con los demás. Lo curioso es que esta formulación no es simplemente teórica sino que Ziller parte del registro y observación de la conducta electoral en distintos tipos de elecciones políticas de distintas legislaturas (Ziller, 1969).


Por los años 60, los trabajos de McClelland y Atkinson (1953) y McClelland (1955) permiten establecer nuevas relaciones entre motivación social y conducta política, a partir de las cuáles se distinguió entre el
líder motivado por el éxito y el líder con motivación de poder. Desde una línea más ideológica se intentaba contraponer la personalidad maquiavélica (Christie y Geiss), negativista o gegentipus (Eysenck, 1954);
antitautoritaria (Kreml, 1977) a la personalidad autoritaria de Adorno y colaboradores. Cada tipología se acompaña de características y pautas de conducta política (para más detalles, ver Garzón-Seoane, 1996).
Una tercera línea de trabajo es la que arranca de los estudios a distancia y la búsqueda de constantes conductuales a las que subyacen sistemas de creencias sobre el mundo político y formas de afrontar los
conflictos y el juego de poder. Trabajos representativos más clásicos son los de Leites, (1951) y Alexander (1969); en los años 70 y 80 los de Holsti, (1977), Walker (1983, 1990 ). Este último representa una
combinación de los trabajos clásicos sobre liderazgo y el análisis de discursos políticos para encontrar la forma de actuar de lospolíticos. Recoge los estudios de los anteriores e intentan analizar las creencias que
el político tiene de la política; de la combinación de creencias sobre la naturaleza del mundo político y creencias sobre estrategia de acción se realizan distintas tipologías de liderazgo político.


Desde estas distintas líneas de trabajo que hemos señalado, los profesionales del marketing político proporcionan pautas a los líderes para alcanzar las metas y objetivos que se proponen en la vida pública. El
asesoramiento político está, por supuesto, mucho más avanzado y desarrollado en los Estados Unidos, aunque cada vez se va extendiendo entre profesionales y políticos de otros ámbitos geográficos.

Participación política

Unos de los temas claves del juego democrático en la lucha por el poder y de la esencia del modelo democrático es la participación ciudadana en la vida política. Su observación, análisis e interpretación ha
variado muy rápidamente en la última parte del siglo XX. Una evolución que es correspondiente a la evolución que ha tenido tanto la forma en que el ciudadano entendía su participación en la vida pública como la propia evolución del sistema democrático y el paso de las sociedades industriales a las sociedades de servicios.

El tema de cómo el ciudadano vive y participa en la vida política es una de las líneas de trabajo más prolífica en cuanto a enfoques y formas de analizar. Sin embargo existen dos enfoques distintos, aunque lógicamente
relacionados; ambos están marcados por dos hechos relevantes. El primer hecho es que el descenso paulatino de la participación política por los años sesenta en los países democráticos suscitó las reflexiones
académicas sobre la viabilidad y estabilidad de los sistemas democráticos si la participación ciudadana seguía bajando.

Estas reflexiones indicaban la preocupación por un sistema político que depende de la implicación del ciudadano a través de la conducta electoral. Las interpretaciones fueron diversas y se acoplaron a la
realidad política del momento. No importa que el ciudadano participe poco, siempre y cuando participe lo suficiente para garantizar que se cumple el principio esencial de modelo democrático actual. Si se re-activa
su participación, a través de la intervención de expertos y partidos, tampoco importa porque la implicación masiva es difícil que provoque un vuelco electoral; los partidos y sindicatos son sistemas que regulan a sus
bases y garantizan que evitarán vuelcos que no benefician la estabilidad (Seoane, 1992,1994).


Otro hecho, aún más relevante, es la demostración por parte de Campbell y Converse en 1960, de que la conducta electoral del ciudadano se aleja mucho del modelo racional de elección que se presuponía en
el sistema democrático. El supuesto de que el ciudadano en su elección política adopta una postura racional -valorando lo que le interesa, analizando a sus representantes y eligiendo al que más se acerca a sus ideales-
fue puesto en entredicho por el estudio que Campbell y Converse hicieron de la conducta electoral de los ciudadanos americanos. Después de algunos trabajos en los que estudió la conducta electoral, Campbell desarrolló un amplio programa de investigación para seguir un estudio inicial que había realizado sobre la conducta electoral, por 1948. Más tarde se incorporaron Converse, Miller y Stokes. El programa se desarrolló en el Center for Political Studies, dentro del Institute for Social Research. The American Voter (1960), publicado en colaboración con Philip E. Converse, Warren E. Miller, and Donald E. Stokes, es resultado de dicho programa. De la serie de publicaciones que realizaron, quizá El votante Americano sea
el libro de obligada referencia en el tema de la participación política. Está basado en las muestras nacionales en las elecciones de 1952 y 1956, y con muestras más pequeñas de las 1954, 1958 y 1960. El propósito
de esta investigación era examinar el comportamiento electoral y su fundamentación. (http://www.chass.utoronto.ca/data lib/major /us.nes.htm).

En el libro, del que se publicó más tarde una versión reducida se analizan, a través de 20 capítulos organizados en 5 apartados, los marcos y enfoque teórico, después las actitudes políticas y conducta de voto (la percepción de partidos y candidatos así como la elección partidista), en un tercer apartado se analiza el impacto del contexto político (la influencia de la identificación con partidos, la preferencia política y la política pública, la estructura de las actitudes y la ideología, cambio de partido y las leyes electorales y ambiente político). En la parte cuarta se expone la influencia del contexto social y político (pertenencia de grupo, el papel de la clase social, antecedentes económicos y conducta política, la conducta política agraria, etc.) y en la última y quinta se describe y analiza la decisión electoral y el sistema político.


Lo más relevante a niveles de intervención del psicólogo político es que el libro del Campbell representa, por un lado, la conducta electoral y los factores de influencia en la época de finales de la sociedad americana
industrializada y, por otro, revela que el votante elige a sus representantes en función de factores que trascienden la mera elección racional. Su programa de investigación, del que apareció a una serie de publicaciones, provocó con la publicación del American Voter, la proliferación de estudios orientados a sistematizar los factores que determinan la conducta de voto. Los psicólogos políticos desarrollaron y observaron la conducta electoral; vieron que la competencia y el sentimiento de eficacia podían
llevar a un sentimiento de impotencia (powerlessness), que explicaba el descenso de la participación política.

El sentimiento de impotencia se combinó con el concepto de locus de control de Rotter y, a partir
de ahí, se intentó predecir la conducta de voto de los electores. El propio Campbell, junto a Gurin y Miller en 1954 publica la escala de eficacia política y la define como el “sentimiento de que el cambio político y
social es posible y que el ciudadano juega un papel en dicho cambio. Por los años 70 proliferan las escalas políticas de eficacia/ impotencia (powerlessness) y alienación política (ver Robinson, Shaver y Wrightsman,
1999).


Sin embrago, la cuestión de la participación política se convierte en un tema de muchas más implicaciones de las que inicialmente se pensaron. Los movimientos de los sesenta hacen que se diferencie entre participación
convencional y no convencional, que los nuevos votantes, es decir, las generaciones de posguerra tengan unas creencias políticas y una visión política más compleja; rompen la asociación entre votar y participar
(participar es influir y se pude influir demuchas formas), la asociación entre participar y pertenecer a un partido. Aparecen al menos tres obras centrales, especialmente relevantes para el área de intervención del
psicólogo político: el trabajo de Inglehart y su concepto de movilización cognitiva (Inglehart, 1977, 1990), el trabajo del Almond y Verba (1963, 1980) y su concepto de cultura cívica y la obra de Bell (1973) sobre
las características de las nuevas sociedades postindustriales. Estos cambios revolucionan el papel del psicólogo político en las sociedades actuales (Seoane, 1994).

Medios de comunicación y política


Algo parecido le ha ocurrido a este último campo de intervención que queremos resaltar. Empezó bajo los clásicos estudios de la formación de opinión pública y el papel de los medios. Destacan los trabajos pioneros de Lippmann y Lazarsfeld entre los años 20 y 40, los de Converse en 1964 y la revisión
de Klappler, quien en el libro The Effects of Mass Communication de 1960, llegaba a la conclusión de que los Media habían sido un agente estabilizador mas que un agente de cambio político. Bajo este epígrafe estaba implícita otra área de intervención del psicólogo político, el de socialización política, siempre con clara referencia a la educación cívica e información política del ciudadano. Los autores y obras  representativas de este campo han quedado desplazados por la nueva orientación de las sociedades de la información, donde las tecnologías han superado las formas clásicas de socialización y educación política. Si esta área empezó por la preocupación de la educación y formación política del ciudadano medio, del público
de la sociedad de masas, en la actualidad ha dado un giro que ha puesto en primera fila la preocupación por el tema de la agenda política, el desplazamiento del papel de los partidos políticos en la socialización del
ciudadano y el protagonismo, no del ciudadano medio, sino del político. Los medios de comunicación, dejan de ser simples transmisores de ideas y temas políticos de relevancia y adquieren un protagonismo en la intervención política. La sociedad de la información y los medios masivos de comunicación han potenciado al extremo lo que se conoce como una personalización de la política, con su puesta en escena y la
obligada necesidad de trivializar las ideas políticas para poder llegar a todo el público que accede al mensaje político. Pasquino (1990) en un artículo publicado en el número 1 de Psicología Política resume este
nuevo papel de los Medios de Comunicación en la vida política.

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